
A continuación presentamos la historia de Sansón extraída de la Biblia latinoamericana, correspondiente a los capítulos 13 al 16 del libro de Jueces.
En la tribu de Dan había un hombre llamado Manoaj, que vivía en Sorá, y cuya esposa no había podido tener hijos. El Angel de Yavé se presentó a esta mujer y le dijo: «Tú no has podido tener hijos y no has dado a luz, pero mira que vas a quedar embarazada y darás a luz un hijo. Por eso, desde ahora, ten cuidado de no tomar vino ni bebidas alcohólicas, ni consumir alimentos impuros. Pues el hijo que darás a luz será un nazireo de Yavé desde el seno de su madre y nunca se le cortará el pelo, por ser consagrado a Yavé. El salvará a los israelitas de los filisteos que los oprimen.»
Fue la mujer y dijo a su marido: «Me habló un enviado de Dios que tenía la majestad de un Angel. No le pregunté de dónde era ni él me dijo su nombre.» Pero me ha dicho: «Vas a quedar embarazada y darás a luz un hijo. En adelante no bebas ni vino ni bebida fermentada, y no comas nada impuro, porque tu hijo será nazireo de Dios desde el seno de su madre hasta el día de su muerte.»
Manoaj invocó a Yavé y dijo: «Te ruego, Señor, que el hombre de Dios que has enviado venga otra vez donde nosotros y nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que va a nacer.»
Yavé escuchó a Manoaj y el Angel de Yavé vino donde la mujer cuando estaba sentada en el campo; tampoco esta vez Manoaj, su marido, estaba con ella.
La mujer corrió en seguida a informar a su marido y le dijo: «Mira, se me ha aparecido el hombre que vino donde mí el otro día.»
Manoaj se levantó y, siguiendo a su esposa, llegó donde el hombre y le dijo: «¿Eres tú el que has hablado con esta mujer?»
El respondió: «Yo soy.» Le dijo Manoaj: «Cuando tu palabra se cumpla, ¿qué norma y qué conducta ha de seguir el niño?»
El Angel de Yavé respondió a Manoaj: «Deberá abstenerse de todo lo que indiqué a esta mujer. No probará nada de lo que procede de la uva, no beberá vino ni bebida fermentada, no comerá nada impuro y observará todo lo que yo le he mandado.»
Manoaj dijo entonces al Angel de Yavé: «Permítenos retenerte y prepararte un cabrito.» Porque Manoaj no sabía que era el Angel de Yavé. Pero él dijo a Manoaj: «Aunque me obligues a quedarme, no probaré tu comida. Pero si quieres sacrificar alguna víctima por el fuego, ofrécesela a Yavé.»
Manoaj dijo entonces al Angel de Yavé: «¿Cuál es tu nombre, para que, cuando se cumpla tu palabra, te podamos honrar?»
El Angel de Yavé le respondió: «¿Por qué me preguntas el nombre? Es Admirable.»
Entonces Manoaj tomó el cabrito y la oblación y lo ofreció en holocausto, sobre la roca, a Yavé, el que obra cosas misteriosas.
Y sucedió esto a la vista de Manoaj y su esposa: cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el Angel de Yavé subió también en la llama. Al verlo, Manoaj y su mujer cayeron rostro en tierra.
Al desaparecer el Angel de Yavé a la vista de Manoaj y de su esposa, éste se dio cuenta de que era el Angel de Yavé. Y dijo a su esposa: «Seguro que vamos a morir porque hemos visto a Dios.»
Ella le respondió: «Si Yavé hubiera querido matarnos, no habría aceptado de nuestra mano el holocausto ni la ofrenda; no nos habría mostrado todas estas cosas ni dicho lo que acabamos de oír.»
La mujer dio a luz un hijo y lo llamó Sansón. El niño creció y Yavé lo bendijo. Luego el espíritu de Yavé comenzó a excitarlo en Mahane Dan, entre Sorá y Estaol.
Sansón bajó a Timná y se fijó en una mujer filistea. Subió a decírselo a su padre y a su madre: «He visto en Timná una mujer filistea; tómenla para mí para que sea mi esposa.»
Su padre y su madre le dijeron: «¿No hay ninguna mujer entre las hijas de tus hermanos y en todo el pueblo, para que vayas a tomar mujer entre esos filisteos incircuncisos?»
Sansón le respondió a su padre: «Toma ésta para mí, porque es la que me gusta.» Ellos no sabían que esto venía de Yavé, que buscaba un pretexto contra los filisteos, pues por aquel tiempo los filisteos dominaban a Israel.
Sansón, pues, bajó a Timná y, al llegar a las viñas de Timná, vio un cachorro de león que se le acercaba rugiendo. El espíritu de Yavé tomó a Sansón y, sin tener nada en la mano, despedazó al león como lo hubiera hecho con un cabrito. Pero nada de esto le contó ni a su padre ni a su madre. Bajó y habló con la mujer, la cual por fin le gustó.
Algún tiempo después, volvió para tomarla y dio un rodeo para ver el cadáver del león: se encontró con que en el cadáver del león había un enjambre de abejas con miel. Sansón recogió miel en sus manos y se la comió mientras caminaba.
Al llegar donde sus padres, les dio miel y comieron de ella, pero no les dijo que la había sacado del cadáver del león.
Después, el padre de Sansón bajó donde la mujer y Sansón ofreció un banquete, pues así suelen hacerlo los jóvenes.
Cuando se presentó, los filisteos designaron a treinta de ellos para que fuesen sus compañeros de boda. Sansón les dijo: «Les voy a proponer una adivinanza. Si me dan la solución dentro de los siete días de la fiesta y aciertan, yo daré treinta túnicas y treinta mudas. Si no pueden darme la solución, ustedes me darán treinta túnicas y treinta mudas.»
Ellos respondieron «Di no más tu adivinanza; te escuchamos.» Les dijo: «Del que come salió la comida, y del fuerte salió la dulzura.»
Después de tres días no habían acertado la adivinanza. El día cuarto dijeron a la esposa de Sansón: «Convence a tu marido para que nos explique la adivinanza. Si no, te quemaremos a ti y a la familia de tu padre; ¿o es que nos han invitado para robarnos?»
La mujer de Sansón se puso a llorar echándose encima de él y le dijo: «No me quieres, ni me amas, has propuesto una adivinanza a los jóvenes de mi pueblo, y a mí no me la has explicado.»
El le respondió: «No se la he explicado a mis padres ¿y te la explicaré a ti?» Ella estuvo llorando detrás de él los siete días que duró la fiesta. Por fin, el séptimo día se la explicó porque lo tenía cansado.
Ella lo contó a sus paisanos.
El séptimo día, antes de que entrara al departamento de los esposos, la gente de la ciudad dijo a Sansón: «¿Qué hay más dulce que la miel y qué más fuerte que el león?»
El les respondió: «Si no hubieran arado con mi novilla, no habrían acertado mi adivinanza.» Luego el espíritu de Yavé lo tomó: bajó a Ascalón y mató allí a treinta hombres. Tomó sus despojos y entregó las mudas a los que habían acertado la adivinanza; luego, muy enojado, subió a la casa de su padre. En eso dieron la mujer de Sansón a uno de sus compañeros de boda.
Algún tiempo después, por los días de la siega del trigo, fue Sansón a visitar a su esposa, llevando un cabrito, y dijo: «Quiero estar con mi mujer en nuestra pieza.»
El padre de ella no lo dejó entrar y le dijo: «Yo pensé que ya no la querías y se la di a tu compañero. ¿No te gustaría tener por esposa a su hermana menor en lugar de la otra?»
Sansón le replicó: «Esta vez no debo nada a los filisteos si les hago daño.»
Se fue Sansón y cazó trescientas zorras, tomó unas antorchas y juntando a los animales cola con cola puso una antorcha entre cada dos colas. Prendió fuego a las antorchas y luego, soltando las zorras por las mieses de los filisteos, incendió las gavillas y el trigo todavía en pie y las viñas y olivares.
Los filisteos preguntaron: «¿Quién ha hecho esto?» Y les respondieron: «Sansón, el yerno del hombre de Timná, porque éste tomó a su esposa y se la dio a su compañero.»
Entonces subieron y quemaron a aquella mujer y a su familia.
Sansón les dijo: «Ya que se portan así, no tendré paz hasta vengarme de ustedes.»
Los molió a golpes, causando un gran estrago entre ellos.
Luego bajó a vivir en una cueva de la roca de Etam.
Los filisteos subieron a los cerros de Judá e hicieron una incursión por Lejí.
Los hombres de Judá les preguntaron: «¿Por qué han venido a atacarnos?» Respondieron: «Venimos a echar mano a Sansón, y lo trataremos como nos trató a nosotros.»
Tres mil hombres de Judá bajaron a la cueva de la roca de Etam para decir a Sansón: «¿No sabes que los filisteos nos están dominando? ¿Qué les has hecho?»
El les respondió: «Como me trataron a mí, los he tratado a ellos.»
Le dijeron: «Hemos bajado para amarrarte y entregarte en manos de los filisteos.»
Sansón les dijo: «Júrenme que ustedes mismos no me matarán.»
Le respondieron: «No, sólo queremos amarrarte y entregarte a ellos, pero nosotros no te mataremos.»
Lo amarraron, pues, con dos cuerdas nuevas y lo sacaron de entre las rocas.
Cuando llegaban a Lejí, los filisteos corrieron a su encuentro con gritos de triunfo, pero el espíritu de Yavé vino sobre él: las cuerdas que lo amarraban fueron como hilos de lino quemados al fuego y las ligaduras se deshicieron en sus brazos. Encontró una quijada de burro todavía fresca, la tomó y mató con ella a mil hombres.
Sansón dijo entonces: «Con quijada de burro, rociada de golpes di; con quijada de burro, a mil hombres sacudí.»
Cuando terminó de hablar, tiró la quijada; por eso se llamó aquel lugar Ramat-Lejí. Entonces sintió una sed terrible e invocó a Yavé diciendo: «Tú has logrado esta gran victoria por mano de tu siervo y ahora voy a morir de sed y a caer en manos de los incircuncisos.» Entonces Yavé hendió la cavidad que hay en Lejí y brotó agua de ella. Sansón bebió, recobró su espíritu y se reanimó. Por eso dio el nombre de En Hacore a la fuente que existe todavía en Lejí.
Sansón hizo de líder en Israel en la época de los filisteos por espacio de veinte años.
Sansón se dirigió a Gaza, vio allí una prostituta y entró donde ella vivía.
Cuando los hombres de Gaza tuvieron noticias de que Sansón había venido, hicieron rondas y estuvieron acechando a las puertas de la ciudad.
Estuvieron aguardando toda la noche, pues se decían: «Esperemos que despunte el día y lo mataremos.»
Sansón durmió hasta medianoche; y, a medianoche, se levantó, tomó las hojas de la puerta de la ciudad con su marco, las arrancó junto con la barra, se las cargó a las espaldas y las llevó hasta la cumbre del cerro que está frente a Hebrón.
Después de eso, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec llamada Dalila. Los jefes de los filisteos le dijeron a ésta: «Enamóralo y averigua de dónde saca tanta fuerza y cómo podríamos vencerlo y amarrarlo. Te daremos cada uno de nosotros mil cien monedas de plata.»
Entonces Dalila preguntó a Sansón: «Dime, por favor, ¿de dónde sacas esa fuerza tan grande y cómo podrían amarrarte para dominarte?»
Sansón le contestó: «Si me ataran con siete cuerdas de arco, nuevas y todavía húmedas, perdería mi fuerza y sería como cualquier hombre.»
Los jefes de los filisteos mandaron a Dalila las siete cuerdas nuevas y sin secar y con ellas Dalila ató a Sansón.
Ella tenía gente escondida en su habitación y le gritó: «¡Sansón, aquí vienen los filisteos!» Pero Sansón rompió las amarras como se rompe el hilo quemado y no supieron de dónde le venía tanta fuerza.
Entonces Dalila dijo a Sansón: «Te burlaste de mí y me contaste mentiras. Dime, ¿cómo te podrían sujetar?»
Sansón le contestó: «Si me ataran esta vez con siete cordeles nuevos trenzados, que nunca se hayan usado, perdería mi fuerza y sería como cualquier hombre.»
Dalila, pues, lo ató con siete cordeles trenzados, pero, cuando gritó: «¡Aquí vienen los filisteos!», él nuevamente se soltó. Así que Dalila le dijo: «¿Hasta cuándo te burlarás de mí y me contarás mentiras? Dime cómo te podrían sujetar.»
El le respondió: «Si me tejieras las siete trenzas en la urdimbre de un telar, apretándolas con un peine, yo perdería mi fuerza.»
Ella lo adormeció, tejió las siete trenzas de su cabellera en la urdimbre y las apretó con el peine. Luego gritó: «¡Aquí vienen los filisteos!»
Sansón despertó y arrancó la urdimbre con sus trenzas. Y así Dalila no conoció el secreto de su fuerza.
A la tercera vez Dalila le dijo: «Tú dices que me amas, pero tu corazón no está conmigo. Pues por tres veces te burlaste de mí y no me confiesas de dónde te viene tanta fuerza.»
Y como Dalila insistía y lo molestaba todos los días con sus preguntas, llegó un momento en que Sansón se sintió morir de hastío. Entonces le dijo la verdad: «Nunca me han cortado el pelo porque soy nazireo, consagrado a Dios, desde el seno de mi madre. Si me cortaran el pelo perdería mi fuerza y sería como cualquier hombre.»
Dalila comprendió que esta vez había dicho la verdad y llamó a los jefes de los filisteos diciendo: «Vengan, porque Sansón me ha descubierto su secreto.»
Vinieron y le entregaron el dinero prometido.
Dalila adormeció a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre que le cortara las siete trenzas de su cabellera. Inmediatamente empezó a debilitarse y se le fue su fuerza.
Cuando Dalila le gritó: «¡Sansón, los filisteos!», él despertó y pensó que se salvaría, como en las otras ocasiones. Pero no sabía que Yavé no estaba con él.
Los filisteos lo apresaron, le sacaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Lo ataron con dos cadenas de bronce y lo hicieron dar vueltas al molino de la cárcel.
La cabellera de Sansón comenzó a crecer en cuanto se la raparon.
Los jefes de los filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón y para hacer una gran fiesta, pues decían: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo.»
Como todos se sentían alegres, dijeron: «Traigan a Sansón para que nos divierta.»
Lo trajeron de la cárcel y lo colocaron entre las columnas, y él los estuvo divirtiendo.
Al verlo, la gente alababa a su dios, diciendo: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a nuestro enemigo, que arruinaba nuestro país y mató a tantos de los nuestros.»
Sansón dijo entonces al muchacho que lo llevaba de la mano: «Guíame para que pueda tocar las columnas en las que descansa la casa y así consiga apoyarme en ellas.»
La casa estaba llena de hombres y de mujeres. También estaban allí todos los jefes de los filisteos y en la terraza unos tres mil hombres y mujeres contemplaban los juegos de Sansón.
Sansón invocó a Yavé y exclamó: «Señor, Yavé, dígnate acordarte de mí, devuélveme la fuerza nada más que por esta vez para que de un golpe me vengue de los filisteos por mis dos ojos.»
Sansón palpó las dos columnas centrales sobre las que descansaba la casa, se apoyó en ellas con su brazo derecho y con el izquierdo y gritó: «Muera yo con los filisteos.» Apretó con todas sus fuerzas y la casa se derrumbó sobre los jefes y sobre la gente allí reunida.
Los que arrastró en su propia muerte fueron más que los que había matado en su vida. Sus hermanos y toda la familia de su padre bajaron y se lo llevaron. Lo sepultaron entre Sora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoaj. Había juzgado a Israel durante veinte años.